domingo, 4 de marzo de 2012

Una foto de 25 dólares

Stanley Stears ha tenido que morirse para recordarnos que la historia moderna no es historia sino tiene una imagen como fe de vida. Stanley ha muerto a los 76 años en la misma ciudad que le vio nacer. No se hizo rico, no fue millonario ni a un a pesar de atrapar los cinco segundos que puede durar una saludo. Stanley nació y murió en Annapolis haciendo lo que mejor sabía. Miraba por el visor y estampaba esa historia diferente que en su caso terminó en un estudio propio dedicado a fotografiar bodas y graduaciones militares. Stears no tenía ni 30 años cuando con otros 70 compañeros cubría para la desaparecida agencia UPI el funeral entierro del asesinado presidente John F. Kennedy. Fue una casualidad, pero Stears había conseguido la foto del día antes de que el catafalco llegara al Cementerio Nacional de Arlington. Volvió a la agencia convencido de haber grabado en la película en blanco y negro de su cámara una imagen exclusiva. Aguantó primero la bronca de sus jefes por no seguir a la comitiva. Le pagaron 25 dólares, pero después le pidieron disculpas porque había sobrado la bronca. El saludo militar del niño John es más que un saludo, es hoy una Historia de milagros como los que hace más de veinte siglos contaban de palabra a nuestros antepasados.

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