lunes, 24 de agosto de 2009

Colas, filas y fronteras

La oportunidad de poder viajar en verano escribe diferencias. Los españoles somos cada vez más unos privilegiados. Tiendas y restaurantes cerrados por doquier en un ferragosto de crisis donde los ahorros o las hipotecas permiten reirse de las circunstancias. Somos un caso, pero nos gusta y hasta presumimos de nuestra capacidad de improvisación en tiempos difíciles. Poco importa que algunos tengan que beber leche en los supermercados, que familias enteras hagan colan en comedores públicos, que no llegue ni tan siquiera para extras. Lo más común por la llamada piel de toro es encontrar esa delicada frontera que acaba sabiendo poner al mal tiempo buena cara. Otra cosa son los hábitos y costumbres. La mala leche y esa común falta de educación que nos priva de ser a menudo seres racionales provistos del más mínimo talante. Será cuestión de carácter pero con solo dar un paseo por el mundo las evidencias saltan a la vista. Los españoles somos empedernidamente diferentes. Nos gusta criticar y ver la viga en el ojo ajeno, pero en nuestra casa caen chuzos de punta. Llamamos borregos a quienes saben ponerse en fila, a quienes son capaces de ceder el paso en una puerta, a quienes cumplen su oficio sin otro pago que una sonrisa. Somos capaces de reirnos de nuestra propia sombra aunque sea a costa de una mala leche cada vez más en aumento. Me ha llamado la atención como se pasan fronteras en un aeropuerto tan especial como ha terminado siendo el aeropuerto de Madrid-Barajas. Gregarios como pocos los turistas y nacionales comparten en montones de espera la entrada al territorio nacional. Las colas no son necesarias en el país de los pícaros. El mogollón es lo que importa. Se premia la picardía, al espabilado de turno. Detrás de las garitas aduaneras, la policía nacional hace lo propio. Trabajan en equipo, nunca solos. Dos mejor que uno, para hacer la tertulia correspondiente y repasar fotos y datos con cara agria como quien tiene que aguantar impertinencias y desatinos. No habrá gracias, ni tan siquiera buenos días. Duro cartel para las bienvenidas o las despedidas, para seguir mirando a futuro con alegría, con esa idiosincracia propia de quienes hemos hecho del todos a una la mejor fórmula para capear el temporal de una historia que suma y sigue.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por algo España es diferente