Siempre hay una primera vez. Los demócratas estadounidenses se han cabreado tanto con el presidente Trump que le han dado la espalda antes de que dejara la tribuna de oradores. Trump es especialista en hacer muchas cosas mal y diferentes aunque sea la primera vez. Desde hace cuarenta días, el primer empresario multimillonario y sin experiencia política que se sienta en el despacho oval de la Casa Blanca es incapaz de pasar desapercibido. Trump es mucho Trump y en esta su primera noche de gala en el Capitolio estadounidense no ha defraudado. Ha vuelto a no dejar títere con cabeza. Este no era el tradicional discurso del Estado de la Unión. Era simplemente una comparecencia modelo Trump para decir lo que hasta hoy no se había atrevido a decir ningún presidente. Este país está hecho unos zorros. Es el hazme reír de socios y aliados. El tonto útil que paga lo que otros rompen. Que da y reparte en ayudas a terceros países los millones que no gasta en arreglar su patio interior. Que acepta y se le cuelan terroristas escondidos en forma de emigrantes sin papeles. Y que para colmo de los colmos,siendo el guerrero del mundo, no gana una guerra desde los casi 250 años que sus bravos soldados dan la vida por este país hecho hoy una mierda. Oír al presidente Trump presentarse como única solución a este lúgubre panorama pone los pelos de punta. Sus soluciones son tan detalladas como los twitters que escribe a todas horas. Gracias a Dios, Donald Trump está en la torre de control ahorrándonos ya millones de dólares. Consiguiendo que las grandes empresas estadounidenses vuelvan a estar a un paso de crear cientos de miles de puestos de trabajo. Que la bolsa de valores sea una auténtica caja de caudales desde el pasado veinte de enero.. Que el crimen y el tráfico de drogas estén camino de convertirse en historia pasada. Que las minas de carbón vuelvan e echar humo porque hasta para combatir el cambio climático grandes oleoductos atravesarán de norte a sur la que fue tierra prometida. Una gran nación a la que parece haberle llegado también el circo y la pandereta. Y para que no falten gradas, pronto habrá un gran muro con la frontera de México. Así es el trumpismo de Trump que va a cambiar el mundo empezando por arreglar el estercolero que ha recibido como herencia. Ahora –no lo dijo Trump, pero me hizo pensarlo- solo falta también que empiecen a crecerle los enanos casi tanto como lo grande que sigue pregonando hará los Estados Unidos de América.
miércoles, 1 de marzo de 2017
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