El llamado sueño americano ha dejado paso al pesimismo estadounidense. Es una realidad, lo que empezó a ser charla de café ha terminado instalándose en la más cruda realidad. Una mayoría de estadounidenses, los que se toman la molestia de elegir a los presidentes, han acabado creyéndose a pies puntillas que ellos serán la primera generación que tendrá que aguantarse con vivir mejor que sus hijos. Algunos incluso, los muchos que mudaron su voto del partido azul al iluminado Donald Trump, están ya convencidos que viven peor que sus padres. Ese es el problema. Lo que las encuestas no acabaron de valorar, lo que por añadidura complicaron dos candidatos que no eran lo mejor de cada casa.
Estados Unidos acaba de despertarse en su nuevo mundo desalojando de la Casa Blanca al primer afroamericano y reinstalando en ella al primer presidente que ha ejercido de multimillonario. Es la contradicción de las contradicciones en un gran país que vive de contradicciones. La crisis ya no la resuelven los políticos, ya no está en manos de los de siempre. Los pobres y desesperados, los que no dan un duro por el futuro de los suyos han dicho que prefieren que un rico bocazas sea quien les saque las castañas del fuego.
Donald Trump no es tampoco un rico cualquiera. Es lo que había, pero lo suficiente para dar la bofetada al sistema. No ha contado ni más ni menos. Es más, no ha contado ni hacer un examen detallado de quién en ocho años acabó dilapidando el sueño americano. Descubrir antes de votar quien fue el responsable. Si fue Obama o fue un Congreso republicano.. O fue usted o fui yo. Lo más sorprendente ha sido descubrir que no solo Trump ha salido beneficiado de la confusión. Lo más sorprendente es saber que el partido republicano, el mismo que lamentó prestarle al millonario su patente y decidió incluso dejarle solo ante el peligro, se ha instalado en el Congreso en tan cómodas mayorías como para hacer y deshacer lo que le venga en gana.
Si alguien es capaz de entenderlo que levante el dedo. Hasta ahora ver a los Clinton en color de cuarema, al presidente electo de la mano de la que será primera dama paseándose por los despachos de Washington y al presidente Obama cantar las excelencias democráticas reafirmándose en su fe en las instituciones son obligadas referencias del mañana. Futuro o pasado, quién sabe si el problema es solo de palabras o nombres, esperemos que no sea de personas, aunque seguramente si es de ideas, de pesimismo o de sueños.