Wikileaks vive de la caridad pública y su director, Julian Assange, escondido a pesar de ser Suecia su última residencia oficial. Wikileaks es un página destinada a contar en voz alta los secretos que más pueden avergonzar a los poderosos de este mundo. Desde el pasado viernes, la revista virtual regala 391.832 escalofirantes documentos sobre la guerra de Irak. No queda títere con cabeza y los buenos acaban siendo peores que los malos. Es la ley del ventilador la que mejor funciona. La guerra sigue siendo tan maloliente como siempre. Asesinatos, violaciones y torturas son las monedas de cambio. Todos meten mano, hasta aquellos ayatholas iranies del eje del mal convertidos casi en hermanitas de la caridad comparados con la mano que mece la cuna. Ahora solo falta matar al mensajero. Estados Unidos se ha quedado en pelotas sin necesidad de llamar al KGB o reventar los archivos celosamente guardados por la CIA o el Pentágono. Assange se esconde de los buenos como antes los buenos tuvieron que esconder a Salman Rushdie. Lo que son las cosas. Tomar jamón y hacer una tertulia leyendo Wikileaks es tan peligroso como reirse de las caricaturas de Alá. Los humanos vivimos del cuento y es mejor no salirse del guión establecido. Menos mal que con el paso del tiempo hemos llegado a pensar que todo es susceptible de cambio para ser mejor. Si no hubiese habido un Watergate los presidentes de los Estados Unidos seguirían haciendo de su capa un sayo. Si la guerra de Vietnam no se hubiese encontrado con los Papeles del Pentágono otro gallo nos hubiera cantado. Quien no se consuela es porque no quiere. La verdad nos hace libres y por eso hasta Bill Clinton tuvo que enseñarnos lo que tenía debajo de la mesa de su despacho oval. Al Gore no pudo con Bush ni hasta cuando era un marido modelo. George Bush acabó antes con Saddam Hussein que con Bin Laden. Después llegó Wikileaks con 40 voluntarios y 800 colaboradores para poder sacar los colores a los que dicen siempre estar bien informados.
domingo, 24 de octubre de 2010
Wikileaks, una de secretos
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jueves, 21 de octubre de 2010
Hernaldo Duarte, un mecánico sandinista
Hernaldo Duarte es un personaje de novela. Hernaldo es un nicaraguense con garaje en Rockville. Se gana la vida con la diabetes a cuestas. Lleva arañazos por todo el cuerpo. Tiene cicatrices de balas y hasta media pierna ortopédica. Hernaldo por fuera y por dentro es todo un hombre. Los sandinistas quisieron hacerle alcalde en su pueblo. Tiene dos hijas y una mujer que son mucho mas que un ayutamiento. Hernaldo salió de Nicaragua después de bajar como capitán de las montañas. Su aprendizaje mecánico le llevo a tierras españolas. Su vida ha sido siempre un misterio con sopresas. Marta, su esposa, lo sabe como buena bruja. Conoció al militar y ahora cuida a quien sueña con el campo y sus caballos. A Hernaldo le hicieron un trasplante de riñón en Cuba. Sus drogas en Estados Unidos le valen todo un sueldo. Hernaldo no se arruga, va y viene como si tal cosa. Mil dólares mensuales es la media de su presupuesto médico. No hay seguro que lo aguante ni papa estado que le conceda una baja laboral. Hernaldo Duarte vive soñando con montar a su caballo. Hace un año, el ataque de la guerrilla llevaba nombre de infección. Los médicos arrugaron el ceño cuando vieron que la guerra se llamaba gangrena. Prometieron cortar solo medio pie, siguieron por encima del tobillo y acabaron por debajo de la rodilla. Poco importa, Hernaldo se pasa el dia en pie colocando tuercas en coches ajenos. Esta mañana, Hernaldo ha cogido con prisas un avión a Nicaragua. Esta vez no piensa en vender caballos o montarlos. Esta vez no tendrá que luchar contra la muerte. Esta vez una bala no dejará tocada su femoral. Su padre se muere, aunque mucho mas tranquilo que como pudo morir Hernaldo. Una carretera fue su primer nuevo aviso. Saliendo de una curva, montaña arriba y con veinte mil dolares en el bolsillo tiraron a matar, pero el medio muerto mató primero. Las historias de Hernaldo son todo un libro. Su amistad, un regalo al que sumar solidaridades. Buen viaje, Hernaldo, vuelve pronto y vuelve como siempre aunque se haya ido uno de tus seres queridos.
lunes, 4 de octubre de 2010
Yo soy tú
Hacer una campaña electoral en los Estados Unidos es como ganarse una beca Erasmus en la Europa de las estrellas. Los socialistas Tomás y Trini en Madrid son como los republicanos Castle y O´Donnell en Delaware. Sus historias tienen como denominador común la prueba de las primarias, pero en las palabras y en las imágenes están las diferencias. Escuchar y ver leer a Tomás su plegaria victoriosa nada tiene que ver con la nueva letania que ha entonado la victoriosa Christine O´Donnell. Ninguno de los dos puede presumir del apoyo incondicional de sus respectivos aparatos. Poco importa, cuando además hay de por medio todo un Océano. Salta a la vista que Christine es mucho más telegénica y comunicadora que Tomás. Hay más diferencias incluso en el entorno. A Tomás le ayuda a ponerse en escena mi buen amigo Eduardo Sotillos. A Christine le pone las comas un mago llamado Fred Davis. Los resultados saltan a la vista. No soy una bruja, dice O´Donnell mirando fijamente a la cámara. No se crea todo lo que oye de mí, añade sin fruncir el ceño ni mover un músculo que afee su pícara sonrisa. Fred Davis, asesor en su día de Jhon McCain, se ha salido con la suya. Christine es un diamante en bruto y solo necesita pequeños retoques en sus manos. Sotillos no lo sabe, pero hay mucho que aprender de los asesores de imagen estadounidenses. Aquí y allí, entre desconocidos anda el juego. Davis se adelanta. Acaba de encontrar, con la ayuda de Christine, la piedra filosofal con la que enfrentarse al obamiano sí podemos. Christine lo dice al final, -yo soy tú-, como si fuese el grito de guerra y la bandera del tea party. Yo soy tú, la mejor solución a todas las preguntas y explicaciones pendientes. Yo soy tú, lo más natural aunque seguramente tú -como yo- no queramos ser nunca como ella.
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