Ser Bob Woodward es ser un chico listo. Su historia en primera persona se ha convertido en portada de primera pagina del Washington Post. Se nota, se siente y se lee que Woodward, con 27 años, seguia preocupado por su futuro, que despues de pasar por la Armada, servir con la guerra de Vietnam un año de prorroga y sumar hasta cinco de servicio, su vida era un manojo de nervios en el que el oficio de periodista era como muchisimo la primera de sus locuras. Woodward –retratado por si mismo- es un chico bueno. Tan bueno que de lugarteniente de la armada se pasa horas en la Casa Blanca, o en los aledaños de la mansión presidencial esperando que le firmen la entrega de las cartas –o los envios- que le encomiendan desde la superioridad, Woodward cuenta hoy con sonrojo de alevin su primer encuentro con Mar Felt. Es de película, o digno de esa otra novela historica que su interlocutor de entonces podria escribir ahora en forma de memoria con una oferta editorial superior al millon de dolares. Felt y Woodward se conocieron en la Casa Blanca. Ya tiene bemoles, pero asi es y asi lo cuenta. desde anoche que lo colgara en Internet, la edicion a toda plana del Washington Post. Woodward vuelve a la portada del diario que le mando a Baltimore para foguearse. Firma en primera como cuando era periodista meritorio y tirotearon al gobernador de Alabama en un parque de las cercania de Washington. Hoy es sinemabargo el artirsta de la suerte, el profesor y maestro que presume de haber convertido un encuentro casual en la historia de su vida. No le falta razon, pero no repara con perdon en los aledaños con los que condimenta su historia. Woodward y Felt se conocieron en la Casa Blanca, en una oficina casi postal, hasta la que habia llegado el agente del FBI con esos asuntos politicos de los años 60 y en medio del pasado siglo XX donde el miedo a los comunistas y a los maositas en los estados unidos ponian los pelos como escarpias. Mark Felt –garganta profunda- era uno de los hombres de confianza de Hoover, y Hoover el ciudadano que con mas poder se ha sentado en la direccion de la agencia del FBI. Lugarteniente Woodward, sir. Mark Felt –asi fueron las primeras palabras, el primer saludo de dos hombres que hoy comparten con otros muchos cientos el haber desalojado de la Casa Blanca a Richard Nixon, el presidente a quien de una u otra forma servian desde sus respectivos destinos. Woodward pidio a Felt su telefono y Felt le dio el numero directo de su oficina en el edificio del FBI. Siguió el contacto, hasta incluso se hicieron amigos. Woodward visito al matrimonio Felt en su casa de Virginia, dejo la Armada y en contra de lo que le habian advertido su padre y su nuevo amigo –Felt me dispensaba un trato paternal, confiesa- se enrolo en la aventura de hacerse periodista. Un robo en año electoral y en las oficinas demócratas sirvio para que de un encuentro fortuito naciese como poco una larga historia de colaboración periodistica. Treinta años despues Estados Unidos tiene la oportunidad de reencontrarse con su pasado mas reciente, reafirmar y descubrir con sobresalto que no es oro todo lo que reluce, que las luchas bipartidistas no se arreglan solo con disponer de fuertes capitales politicos, que entre heroes y villanos solo hay de diferencia el color del cristal con que se mira, aunque al fin de cuentas la vida, como la realidad, supera con creces a la ficcion y a las películas.