Hasta
hoy, había pensado que solo se es huérfano una vez. Llevo todo el día pensando
lo contrario y además me ha dado por llorarlo. Había aparcado esto de escribir
como mis ilusiones por contar y ver de cerca lo que pasa. Esperaba el milagro y
llegó. Primero fue como un primer aviso, la llegada de Francisco a la base de
Andrews tuvo para mi un efecto bálsamo. Era un sueño pero real, un volver a un ayer
del que no ha pasado tanto. Esta mañana, lo confirmé. Se me caían lágrimas
viendo como los niños eran llevados en volandas hasta un ¨papamovil¨ reconvertido sin saber explicarme la razón. No
ha tenido que pasar demasiado tiempo para encontrar el por qué de lo que ha terminado
convirtiéndose en llano: la primera castañuela está luchando contra la muerte
en un destartalado hospital de Vigo donde solo queda la morgue y los enfermos en medio de un polémico traslado. Mi tia Cari cierra y abre un círculo
que hasta hoy estuvo blindado en lo más profundo de mi corazón. Es tan milagroso
que siga latiendo el suyo como que yo haya terminado convirtiéndole en la otra mama
que no se ha ido. Poco mas de un año. desde que se fue mi general, este mes de septiembre
vuelve a dejarme sentir la horfandad del hijo que vuelve a quedarse solo.
Gonzalo era el otro papa. Cari la otra mama. Y como siempre se están marchando
sin tiempo para atar cabos, sin cerrar historia o hasta sin abrirlas porque la
vida puede ser larga pero siempre resulta corta. Este miércoles cuando ¨mama¨
está sedada y casi entreviendo las luces que por estas tierras reclama Francisco,
este miércoles ¨mama¨ solo quiero que
sepas que siempre serás mi primera castañuela, la que se iba a Cuba y se quedó
en casa y sin perdices porque al abuelo lo trajeron muerto de un accidente de
caza, la que se casó feliz y lloró pronto al amor de su vida después de tanto pelear
por salir adelante, la que fue viuda con la viuda mas viuda que llevó a su lado
y disfrutamos todos sin nunca decirnos
el sagrado secreto de la amisrad (1), la que aprendió a sufrir por si era poco
sabiendo lo que nadie quiere que le pase en vida cuando una hija se adelanta…
Hoy ya se por qué estoy con lágrimas en los ojos, ya se por qué sigo sin darle
la espalda a la esperanza… Es porque miro
a la primera castañuela, la que he sentido siempre cerca porque cerca la tuvo
mi Mami, la que me llevo a las playas de Samil y la que voluntariamente
resucitaba este pasado verano... En fin,
ya sé -como tu sabes- por qué
me quedo con ganas de volver a mirarte a los ojos y por qué siempre nos quedamos con una pila de preguntas para reconstruir la
Historia. Ley de vida, ley de castañuelas.
(1)
Mi abuelo Nicolás murió en un accidente de caza del que nunca se habló
en mi familia. Hubo una constante, un
permanente recuerdo: una novia –mama- vestida de negro para la que nunca existieron
armas ni cazadores. El abuelo fue a cazar para que tia Cari llevase a su viaje
a Cuba las mejores viandas. Un perro, una escopeta, un disparo en retroceso….
Nicolás regresó a casa con los pies por delante en un colchón y envuelto en
sabanas. Final de la historia.
Este verano y después de más de
sesenta años la Historia parece ser diferente y me ha dejado con ganas de que alguien de los que ya se ha ido ¨regrese¨
para contárnosla. Esa es la soledad infinita en la que se quedan los huérfanos. La eterna y constante
necesidad de saber, la dicha de poder acomodar el desconocimiento a nuestro
libre albedrio, el milagro final de saber que la ultima respuesta es la que puede
estar en el siguiente repique de una castañuela.
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