jueves, 12 de julio de 2007

Hawaii, en medio del Pacífico

Llegar a Hawaii desde la costa este de los Estados Unidos sigue siendo a día hoy un viaje largo pero gratificante si además se viaja de vacaciones. La conexión Baltimore/San Paul/ Honolulu es el mejor recuerdo para decir que haces lo mismo y a mejor hora que cuando viajas de España a los Estados Unidos. Primer salto, corto, con hora de diferencia y viaje largo en el que las seis horas a perder es tiempo a ganar que quitarás del sueño. La primera impresión antes de tocar tierra es reconfortante sino fuera por la paliza que suma el cuerpo después de doce largas horas de vuelos. La isla desde los cielos es multicolor y menos bucólica y sentimental de lo que pueden verder esas imágenes hawaianas de chicas que bailan el hula y colocan al visitante los collares de bienvenida que a nosotros nos llevó Pablo González –viejo amigo de Puigcerda, enamoradizo siempre y cargado de mil proyectos/ a quien habia asesorado su colaboradora local /Mónica/ suficientemente educada como para ponernos por riguroso protocolo flores naturales al cuello, semillas y frutos olorosos que hicieron de pasaporte comercial en la primera y obligada visita al despacho de coches de alquiler. La isla de Oahu tiene para el visitante un primer y llamativo contacto con tierra en el aeropuerto internacional. Sigue siendo, como nuestra casa en Kailua, un aeropuerto abierto al viento y si otrhora eran lonas inmensas la que lo libraban de los rayos del sol, ahora /sin lonas/ pero sin ventanas son los vientos veraniegos quienes tratan de amansar las prisas de los siete millones de visitantes que anualmente pasan por sus terminales. Aún a cientos de miles de kilómetros del continente americano el estado de Hawai, el último en subirse en 1959 a esa hermandad de los 50 estados federales, conserva como todos los viejos y más modernos puntos de referencia. Hay quien debe pensar en los cielos que en tierra preguntarán por perros, gatos y productos alimentarios que podrían contaminar y deteriorar el ambiente natural de las islas. Ese y no otro debe ser el motivo de rellenar un formulario que a nosotros nos dejaron llevar a casa de recuerdo al no pedírnoslo ningún agente de la autoridad a los que de momento seguimos sin ver despues de nuestras primeras horas de estancia y asentamiento en un recondido condominio a solo un paseo privado de la playa de Kailua. Hemos puesto nuestras cosas en orden, planchado y lavado los cuerpos, abierto las maletas, descubierto dónde y cómo podían pararse los ventiladores, como se cerraban puertas y ventanas sin critales… y hemos salido a descubrir donde puede un matasanos arreglar un oido atormentado (Nuria siempre queriendo conocer más de la cuenta) mientras el resto de la familia llenaba carros de víveres en el supermercado que -bueno por fuera- no resultó ser el mejor por dentro según comprobamos arecoger el antibiótico que debe sanar a la enferma en el supermercado/botica que cambio ser Giant por Times. Los más nuevo es la oferta. Ver una variedad inusual de productos asiáticos que consumen estadounidenses más multiraciales y con ojos mas rasgados que en el resto de este país. Del millón de habitantes que hay en las islas, un 75 por ciento parecen recordar que fueron ellos -los japoneses- quienes el 7 de diciembre de 1941 abrieron con el bombardeo de Pearl Harbor una página de la historia que solo Bin Laden acaba de dar la vuelta.

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