miércoles, 29 de septiembre de 2010

Compañeros, venimos a informar

Mis primeras clases teóricas sobre periodismo fueron en la madrileña carretera de la playa. Todo un presagio, porque en Madrid todavía está por llegar el agua del mar. Cuando la primera promoción de jóvenes perioditas fue a la universidad vivía Franco en el Pardo y no pasaba ninguna de las cosas que pasan hoy. Las clases discurrián sin pena ni gloria hasta que un grupo de peligrosos alborotadores decía eso de ¨compañeros, venimos a informar¨. En más de una ocasión tuve la oportunidad de sumarme al comando informativo. ¿Eres de la Joven Guardia Roja? ¿Eres de los nuestros o de la ORT? Yo solo era un pardillo enamorado. Se trataba de parar la clase y de no ser fichado por el secreta de turno. Y luego, a correr. Hacer dedo en la gasolinera de San Sebastián de los Reyes y no parar hasta llegar a San Sebastián. Han pasado poco más de treinta años y parece que fue ayer. COMPAÑEROS, VENIMOS A INFORMAR. Esta vez, los compañeros y quienes informan viven en libertad. Hay una Constitución que consagra el derecho sagrado a la huelga. Y van siete huelgas general desde que vivimos en democracía y la madrileña carretera de la playa dejó de ser factoria informativa. Nada es igual, pero no todo es diferente. A veces, me pregunto si aquellos viejos locos y soñadores que iban de clase en clase mirándose de reojo aprendieron alguna lección. Seguramente han sido y son producto de su tiempo y de su época. Como hoy los son sus hijos y lo serán sus nietos el día de mañana. Ellos, que solo querian informar, no jugaron ni con ordenadores ni pleyesteision. No sabían que Internet estaba a la vuelta de la esquina. No imaginaban que un teléfono móvil cargado de mensajes podría alienar sus vidas. Ellos solo soñaban con un mundo mejor que al final -parece- no es este en el que vivimos. O no lo debiera ser, si el corazón aún late a la izquierda y la sangre sigue siendo colorada. Huelga general en España. Ahí es nada. En Estados Unidos se preguntan qué es un sindicato. En China quedan embobados al descubrir por qué hay servicios mínimos. En Alemania, buscan dónde y cómo leer la reforma laboral convertida en ley. En Chile, descubren que casi no conocen a Zapatero y que no saben nada sobre Mendez, Toxo o unas siglas que terminan leyendo de corrido como CeCeOO. La Red tiene esas ventajas y esos inconvenientes. La huelga general puede acabar diluyéndose como un azucarillo en una taza de café caliente. Compañeros, venimos a informar. El reto es hacerlo bien. Yo empezaria quitanto entrecomillados y declaraciones para explicar algo más de aquello que dicen unos y otros. Un parrafo puede ser suficiente para contar qué es lo mejor y lo peor de la reforma laboral convertida en ley. Creo que esa es la última razón de esta séptima huelga. Desde la distancia, me huelo que alguien quiere acabar con nuestro estado del bienestar. Que un gobierno de España nos quiere colar el despido libre, que nos jubilemos más tarde que el resto de los europeos, que hagamos cosas que ellos no hacen... Peligra hasta la siesta. Todo esto me lo imagino porque no soy capaz de encontrarlo en ninguna parte. Escucho y leo que Zapatero nos engaña, que es un trilero y hasta un azul-avatar. Me parece estupendo pero quiero saber más. Quiero que me digan cuán endeudado estoy yo y lo estarán mis hijos en la tarea de hacer nación de naciones. Necesito cuentas claras y saber dónde y cómo se gasta el dinero de todos. Hay que poner más números encima de la mesa. Sonrojarnos con el tanto por ciento de parados es poco. Aplicarnos a colocar letras del tesoro acaba siendo un cuento para niños. Está claro. Es mucho pedir que un comando informativo pase por la carretera de la playa. La solución salta a la vista. Es mejor y más propio discutir los números que arroja el seguimiento de la séptima huelga, lo mal que se han portado los piquetes informativos, lo descarado de algunos servicios mínimos... más si quien los elaboró es tan de derechas como Esperanza Aguirre. Todo vale, hasta ese pupurri interminable de declaraciones entrecomilladas que al fin y al cabo son la única información real que se acaba ofreciendo al respetable.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

El té engorda



Unas elecciones primarias en los Estados Unidos calientan siempre la temperatura política. Los electores definidos como demócratas o republicanos -algunos estados admiten incluso a los independientes - son llamados a elegir entre contendientes afines. No hay listas cerradas, no hay candidatos a dedo, aquí se deja que las bases y los simpatizantes voten a quien consideran mejor cabeza de cartel. Este 2010, la afinidad entre la familia republicana pasa por el té y por esa nueva redefinición de la cultura conservadora. Hay té y pastas para rato. Los ultraconservadores se han echado al monte. Son cientos de miles pero crecen como los hongos. Su ideario es tan elemental y pegadizo como asombroso resulta el silencio de los demócratas. Una idea tan simple como recuperar del socialismo a los Estados Unidos acaba siendo verdad para millones de oidos. No hay debate, solo machacona insistencia en los argumentos. Así es como el té engorda. Las elecciones primarias de este pasado martes han dejado claro que no es el silencio la mejor arma para combatir la sin razón. El llamado Tea Party ha vuelto a dar la campanada. Ya tienen aspirantes a sentarse en el Congreso de los Estados Unidos, aspirantes para gobernar estados como New York, y todos ellos capaces de hacer de la reconquista un ideario contagioso. Después de Utha, Alaska y Kentucky ha llegado el suma y sigue. Siete estados de cincuenta pueden tomar té en noviembre. Los demócratas creen que es el centro y la moderación la solución a tanta locura política. Pero el Tea Party se rie hasta de los conservadores de toda la vida. Vuelven a la cantinela conocida. Son dueños del anti todo de todo. Se oponen a pagar impuestos como los que debía hasta antes de ayer la candidata del té que quiere hacerse con el sillon senatorial que fuera del vicepredente Biden. Delaware es la mejor radiografía de lo que provoca el tomarse a broma el movimiento del que Sarah Palin se ha convertido en estandarte. Chistine O´Donnell tiene 41 años y un rosario de extraordinaria fraseología para haber dejado en la estacada a un republicano de toda la vida. Su imagen -que no sus argumentos- tienen un antes y un después. Han pasado nueve meses desde este primer video hasta la entrevista que anoche concedía victoriosa a la todopoderosa CNN. O´Donnell ya no es la misma. El socialismo no engorda tanto como el té que ella consume. Si los estadounidenses hubiesen sido como son, su carrera electoral hubiera terminado cuando en el año 2005 fue multada con 12 mil dólares por estafar a Hacienda . O´Donnell es única, incluso para que no le haya pasado nada por retrasar en 2008 los pagos de su vivienda. Ahora solo falta saber si los republicanos de siempre -como el derrotado y moderado Castle- se suben al carro de los elegidos. Es la prueba para saber si en casa del herrero hay que utilizar cuchara de palo. Es la prueba del té, una prueba para la que muchos buscan unas gotitas de leche para no desinflar las pretensiones republicanas y no dividir a los herederos de Ronald Reegan. Las mayorias están en juego y el té puede alterar tanto los resultados como las básculas.


sábado, 11 de septiembre de 2010

11S, año nueve

Luke Pavlenishzili no había nacido cuando las Torres Gemelas fueron reducidas a ceniza. Luke tiene dos años. Esta mañana, ofrecía una rosa al bombero neoyorkino Joe Huber. El noveno aniversario de los atentados del 11S es diferente a todos los aniversarios anteriores. Luke va en brazos de su padre George Pavlenishzili. Esta contenta y ajena a lo que escucha decir a los mayores. Hay un loco en Florida que este sábado pretendía quemar Coranes como quien quema demonios. Estados Unidos sigue siendo un país de contrastes, como siempre, como antes y después de aquellos atentados firmados por Al quaeda. Luke solo sonrie con una flor en la mano. Un pastor de cincuenta almas ha hecho más ruido estos dias que el mismísimo Dios. Su incendiaria propuesta hizo hablar de libertad religiosa al presidente Barack Obama y descolgar el teléfono al ministro de la defensa de la nación más poderosa del mundo. Por favor, -dijo Gates al famoso pastor Jones- no queme Coranes que nos van a quemar vivos. La niña Luke no sabe de estas cosas ni falta que le hace. A pocos metros de su rosa y de su mano el alcalde Bloomberg acaba de autorizar la construcción de un centro islámico. Otra vez los demonios han salido de la caja de los truenos. Este país sabe lo difícil que resulta declinar la palabra libertad. Hace dos siglos eran católicos irlandeses los musulmanes ahora perseguidos. No mucho antes, Norte y Sur se peleaban en una guerra de hermanos. La religión y la política cuando se juntan y se mezclan acaban siendo peligrosas. Luke es la esperanza a la que agarrarse como clavo ardiendo. Han pasado nueve años, la vida sigue y seguro que no tiene que ser tan complicada como queremos hacerla. Basta con la mirada de una niña, con el regalo de una flor... y con el recuerdo de una vida que ya no es y que nunca fue para Luke. La rosa que recibe el bombero Huber recordaba tambien otro 11S. Recordaba la vida de su tio Vlad Savinki, otro extranjero enterrado para siempre en la llamada Zona Cero.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Max Llaneza, la mudanza

Max Llaneza es chileno viejo a quien sus empleados llaman viejito. Max presume de ser descendiente de padre español y -para más señas- presume de padre asturiano de pura cepa. Su vida se ha pasado entre cajas y mudanzas. Unas veces él y su familia era quienes se echaban los trastos al hombro. Otras -las más- eran los trastos ajenos los que ocupaban su tiempo tanto como para llegar a convertirse en el sustento cotidiano. Estos días he conocido a Max haciendo lo que siempre ha hecho en su vida. Dirigía, sentado, solo con la mirada y sin levantar la voz a un grupo de latinos eficientes. Mientras miraba y contestaba a su teléfono móvil, Max me contaba sus 83 años de peripecias como quien solo va a misa los domingo. Max fue de todo un poco, pero siempre un padre capaz de dar a cada uno de sus hijos una casa cuando casaban y un oficio con el que salir adelante. No le gustan los ordenadores, pero el GPS lo conoce desde que voló un avión militar y una baliza le indicaba dónde y cuando acababa su pista de aterrizaje. Max ha sido también marino y como buen chileno ha hecho negocios hasta con el mismísimo Pinochet. Una caja en sus manos es todo un pasaporte. Si Max cierra los ojos puede recorrer de memoria el planeta tierra. Cuando era niño fue la geografía su asignatura predilecta. Cerraba los ojos y metía cajas o maletas en una imaginaria barca con la que viajaba por el Nilo. Max es otro chileno que decidió hace muchos años hacer las Américas. Allá por los 70, llegó a los alrededores de Washington DC con 50 dólares en el bolsillo. Treinta los invirtió en comer con gente influyente y en pocos tiempo hizo el suficiente dinero como para poder capear crisis y tormentas. No sabe que le dio más, si un pelotazo en un flete con cargas extras de electrodomésticos o casas compradas a tiempo cuando su revalorización estaba garantizada a los diez años. Max ha hecho amigos por todo el mundo. Hablar y buscar a los clientes es su mejor tarjeta de visita. Algunas cosas no se pueden enseñar ni a la familia. Estos días, Max me ha demostrado ser todo un artista. Habla de España como el vecino del quinto. Sabe mirar al español que se muda con el rabillo del ojo y morderse la lengua. Hace chistes de argentinos con la gracia de un chileno. Es un tipo hábil, tan hábil como los 83 años que no aparenta. Su filosofía la cuenta en voz a quien le escucha. Aprende cada día sin necesidad de estar de vuelta de todo. Max sigue siendo un lince. Ha hecho y hace lo que quiere y cuando quiere... menos volver a Chile que es algo que su mujer le tiene prohibido después de un viaje que le altero la presión y le puso en ese sitio en el que no deben estar los jóvenes de su quinta. Hablar con Max es hablar con un libro abierto. Sus mudanzas le han hecho ser un psicólogo de la existencia. Reconoce que todo lo que carga es reflejo del alma. Sus clientes son un libro abierto sin ellos darse cuenta. Mira pero luego calla. Cargar joyas o basura es su secreto a voces. Gajes del oficio y de lo que en su caso dice ser una profesión a tiempo completo. Solo recuerda que cada uno tenemos un punto débil en el que siempre nos hacen cosquillas. Claro que donde menos se espera salta la liebre. Mucho han cambiado los fletes, pero pícaros siempre hubo y habrá entre cajas que van y vienen. Un veneciano, un afroamericano, un nigeriano.... Max nunca da nombres propios o casi nunca si no quieres tirarle de la lengua. Solo dice que hasta en una mudanza puede haber cajas de humo. Hace años uno de sus clientes mandó una caja al otro lado del mundo. Firmaron papeles, hicieron el pesaje, pusieron en orden cláusulas, firmaron un seguro y si te he visto no me acuerdo. La compañía aseguradora llamó a Max preocupada. La caja enviada desde los Estados Unidos a Europa había llegado vacía y ahora reclamaban 6 mil dólares de seguro. Seis mil dólares de los de antes. Max se quedó lívido y sin palabras. Aquí solo hicimos de intermediarios. La caja salió como llegó a nuestras manos. Es lo único que podemos decirles. La aseguradora tuvo la respuesta después de algunos meses. Max lo cuenta con asombro. Nos dieron una caja llena de hielo seco, por eso llegó vacía y el listillo de nuestro cliente solo nos utilizó como tapadera de lo que no era más que un timo inteligente. Max se ríe, pero cuando el nuevo cliente reparte la propina entre su cuadrilla de operarios, él también estira la mano y se lleva para su coche otra historia, veinte dólares y un par de botellas. Una de licor mexicano, otra de vino español. Dos botellas y veinte dólares que le ayudarán a seguir poniendo a cada uno en su sitio.